Un estudio que acaba de publicarse en JAMA
Pediatrics, revela que si los niños juegan con juguetes que hablan, puede
afectar el desarrollo del lenguaje. Los juguetes que emiten luces, voces y
sonidos generan tanta actividad e interés que rompen el triángulo de
aprendizaje: el aparato actúa mientras padres e hijos miran.
Anna Sosa, especialista en desarrollo infantil del lenguaje,
explica que mientras juegan con juguetes electrónicos que hablan, padres y
madres usan menos palabras, generan menos conversaciones y menos respuestas de
sus hijos e hijas que al jugar con bloques de madera, figuritas o libros, que
provocan mucha más interacción verbal.
El estudio se realizó durante año y medio con 26 parejas de
hijos de entre 10 y 16 meses y madres (solo un padre), dejando que jugaran con
tres tipos de elementos. Al jugar en casa se propiciaba una interacción más
realista, que quedaba grabada para ser procesada por un software específico. Se
comparó la conversación que surgía del uso de juguetes electrónicos (portátiles
y móviles de juguete y una granja que emite sonidos) con juguetes clásicos
(granja con fichas de animales de madera, bloques de goma y piezas de distintas
formas para encajar) y con la lectura de libros infantiles.
Con los aparatos electrónicos, las madres usaron en promedio
40 palabras por minuto, en comparación con las 56 palabras empleadas con
juguetes tradicionales y las 67 con los libros. La diferencia resultó mucho más
notable en el análisis de las interacciones entre madre e hijo, las
vocalizaciones espontáneas de los críos, las respuestas y los turnos de
conversación entre ambos, que fueron mucho más ricas en juegos sin pilas. "Me
sorprendió que los juguetes tradicionales crearan una interacción comunicativa
de tanta calidad como jugar con libros", reconoce Sosa, investigadora de
la Universidad de Northern Arizona.
Los bebés aprenden a hablar y a relacionarse escuchando a
sus mayores y no hay evidencia de que puedan hacerlo escuchando máquinas.
Entablar turnos de conversación durante el juego no solo enseña lenguaje y
sienta las bases para la alfabetización; además, ayuda a aprender habilidades
sociales, a interpretar roles y a aceptar el papel de los demás, escuchando, a
través de la empatía.
Si el uso de la tablets y smartphones está ocupando el lugar
de otro tipo de interacciones sociales que sabemos son beneficiosas para el
lenguaje y el desarrollo social, advierte Sosa, sin duda podría tener un
impacto negativo en estas áreas. "Creo que es importante que los padres
entiendan que estos juguetes electrónicos, aplicaciones y juegos, incluso los comercializados
como educativos, son un entretenimiento para los niños y no una herramienta
para su desarrollo", asegura la especialista.
FUENTE: El
País