¿Qué es ser bisexual? Se suele
decir que la bisexualidad es la atracción por hombres y mujeres, sin embargo, y
con el entendimiento más contemporáneo sobre el género como un espectro donde
no solo existen hombres y mujeres, sino también personas que salen de este
binario, la definición de bisexualidad ha variado muchísimo.
El término aparece en 1824 para hacer referencia a lo que ahora conocemos como intersexualidad (nacer con características sexuales -biológicas- femeninas y masculinas), pero luego fue reapropiado por el neurólogo Charles Gilbert Chaddock en 1892 para referirse a la atracción por hombres y mujeres, como algo patológico o perverso.
Avanzando y adentrándonos al
siglo XX, el feminismo, el activismo LGBTQ+ y los estudios de género empiezan a
cuestionar la patologización de estas identidades y el binarismo de género. Es
así que en 1990, el manifiesto bisexual (sí, hace 30 años),
reconoce que no existen solo dos géneros y que la bisexualidad no es binaria.
Debido a ello, actualmente se define la bisexualidad como la capacidad de
sentir atracción por el mismo género y por otros. Otra definición, que
particularmente me gusta mucho, es que la bisexualidad es la atracción por más
de un género.
Manifiesto Bisexual
Con esa definición entendemos que la bisexualidad es un espectro en el que pueden encajar muchas formas de sentir atracción. La pansexualidad (atracción sin importar el género), la polisexualidad (atracción por varios géneros, no necesariamente por todos), omnisexualidad (atracción por todos los géneros) y la fluidez son otras denominaciones que encajan dentro de este espectro, pero que no dejan de caer dentro de lo que conocemos como bisexualidad.
En última instancia, cada persona es libre de identificarse como quiera y de sentirse dentro -o no- de la comunidad bisexual o bi+, porque para cada persona la etiqueta que usa tiene un significado.

La bisexualidad:
invisible para la ciencia e incómoda en los grupos LGTBQ+
La bisexualidad, esta
capacidad maravillosa de sentir atracción sexual y afectiva por personas de tu
mismo género, otros géneros o por más de un género, pone en problemas a
activistas LGBTQ+ como a científicos y académicos de la sexualidad y el
comportamiento.
Desde afuera, cuando leemos “colectivo
LGBTIQ+” asumimos que se trata de un colectivo de personas sexual o
género-diversas, sin embargo, tanto la comunidad trans como las personas
bisexuales suelen estar subrepresentadas.
En el caso de personas
bisexuales, la discriminación
que sufren de parte de sus pares gays y lesbianas hace que muchas personas
bisexuales no se sientan seguras de ser visibles incluso dentro de esta
comunidad. Tampoco solemos aparecer en los discursos sobre derechos humanos de
muchxs activistas y feministas que están en la palestra y que nos hablan sobre
diversidad, porque una sexualidad fluida complica las políticas de identidad.
En el campo científico no nos
va mejor. Esta orientación sexual, históricamente ignorada, no aparece
reconocida en la mayoría de estudios científicos que nos hablan sobre la
biología de la orientación sexual.
Sin embargo, conforme pasa el
tiempo y la invisibilidad nos pesa, personas bisexuales utilizan su voz para
recordar que más allá de las etiquetas, nuestras experiencias tienen cabida
para desmantelar un mundo construido a partir de la polaridad y de las categorías
hombre-mujer, hetero-gay.
Lo que la ciencia y la
academia no reportan
La bisexualidad presenta un
problema cuando se habla de homosexualidad y heterosexualidad, porque cuestiona
esta división arbitraria entre hetero y gay, donde se asume que estos dos
grupos tienen conductas, formas de amar y hasta prácticas sexuales supuestamente
contrarias.
Muchos estudios científicos se
han centrado en encontrar las diferencias entre héteros y gays, y describir las
conductas de ambos grupos, sin tomar en cuenta que hay muchas personas –bisexuales-
que tienen conductas y atracciones que no se limitan a un solo género sino a
más de uno a la vez, y que ser de esta manera implica tener una vivencia
completamente distinta de una vivencia homosexual.
Y tiene sentido que en los
estudios científicos no se incluya la variable orientación sexual como un
espectro, sino como un binario, ya que la fluidez y dinamismo de la
bisexualidad complica el análisis de resultados, lo que impide hacer
inferencias sobre un grupo tan heterogéneo. La bisexualidad cuestiona lo que
hasta hace poco creíamos saber sobre homosexualidad y heterosexualidad. Esto sucede
en estudios con perspectiva médica, neurocientífica o psicológica, e incluso en
las ciencias sociales.
Además, es común que tanto
académicxs y científicxs -así como activistas- consideren que la bisexualidad se
comporta de manera distinta según el género, o que la bisexualidad es más
frecuente en mujeres y menos en hombres. Pero muchas de estas ideas son
preconcepciones prejuiciosas sobre la bisexualidad. De hecho, recientemente se
publicó un estudio que concluye que sí existe la
bisexualidad en hombres; algo que otros estudios habían desestimado por
entender la sexualidad de los varones como algo más estático e inflexible que
la sexualidad de las mujeres bisexuales.
Resulta paradójico que
justamente en el caso de la bisexualidad se requiera estudios y no la propia
autoidentificación, o la propia experiencia para reafirmar una realidad.
Invisibilidad bisexual, mitos
y salud mental
Existe la falsa creencia de que
ser bisexual es menos complicado socialmente que ser gay o lesbiana. Muchas
personas homosexuales salen del closet diciendo que son bisexuales porque
consideran que es más sencillo o que van a sufrir menos discriminación. Sin
embargo, la data nos dice lo contrario.
Algunos estudios en
los últimos años ya han identificado que las personas bisexuales tienen mayores
problemas de salud mental que gays y lesbianas, especialmente en índices de
ansiedad, consumo de sustancias y riesgo de suicidio. ¿Por qué? El estudio
australiano Who I Am,
publicado el 2019, encontró algunas razones. Entre las más comunes: la bifobia
internalizada (prejuicios personales contra la propia bisexualidad) y estar en
una relación heterosexual con una pareja que no apoya la visibilidad bisexual.
El estudio encuentra que la
repetida necesidad de salir del closet, explicar la propia orientación sexual y
la invisibilidad pasan factura a las personas bisexuales. Además, es importante
resaltar, que el estudio encontró que tener una red de apoyo LGBTIQ+ no
redujo los niveles de bifobia internalizada ni de infelicidad, como sí suele ocurrir
con personas gays y lesbianas.
Esta problemática -la
invisibilidad y los prejuicios- impiden que personas bisexuales tengan la
atención adecuada en servicios de salud mental, donde muchas y muchos
profesionales (incluso aquellos con buenas intenciones) fallan en entender que
la bisexualidad no es una etapa, sino una orientación sexual válida.
Muchos de los mitos sobre la bisexualidad giran en torno a las cantidad y calidad de los vínculos afectivos. La idea de que no podemos ser monógamos o que somos promiscuos e infieles ronda en la cabeza de muchas personas monosexuales (que solo sienten atracción por un género – homosexuales y heterosexuales) cuando se nos aproximan o enamoran de nosotros.
Desmitificar a Kinsey y los
porcentajes sobre la bisexualidad
Los estudios exploratorios de Kinsey que
se publicaron en 1948 y 1953 revelan que la conducta sexual no es ni heterosexual
ni homosexual. Este informe brinda uno de los más tempranos ejemplos
documentados de que muchas personas tienen prácticas fuera de la
hetero/homosexualidad.
Se suele utilizar a Kinsey
como un pionero del estudio de la bisexualidad. Sin embargo, hay muchos
problemas con el estudio, que, lejos de hacerlo descartable, más bien nos
sirven para cuestionar lo que entendemos hoy por bisexualidad.
Primero, el estudio de Kinsey no es un estudio que tiene rigurosidad metodológica, por lo tanto, no sirve para poder generalizar sus resultados a la población general. Muchos estudios exploratorios siguen una metodología para reclutar participantes que no sigue las lógicas de la aleatoriedad, sino que tienen muestreos más circunstanciales; lo cual brinda información únicamente sobre la muestra estudiada, más no sobre la población de la que se desprende.
Segundo, la bisexualidad no es cuestión de porcentajes. Sin embargo, debido a la influencia que tiene aún la escala de Kinsey, incluso hoy se nos sigue preguntando el porcentaje en que nos gustan hombre o mujeres .Y ese es un problema porque Kinsey indica que la “real bisexualidad” es la de aquellas personas que sienten 50/50 atracción por hombres y mujeres. Además, Kinsey tampoco reconocía el género como un espectro, sino como el tradicional esquema binario hombre-mujer, cuando ya hemos visto que las personas bisexuales pueden sentir atracción por personas que se identifican con géneros no binarios.
Tercero, la conducta sexual puede ser distinta a la orientación sexual. Las personas tenemos conductas sexuales que pueden ser contrarias a nuestra orientación sexual por muchas razones: estar en el closet, miedo a sufrir discriminación, violencia sexual; o por decisiones como el celibato o el trabajo sexual. De hecho, el estudio de Kinsey es en ese sentido tan anacrónico que consideró situaciones de violencia sexual como si fueran sexo consentido entre dos adultos.

Además, no necesariamente lo que hacemos como conducta revela nuestra orientación sexual- que es la atracción o la capacidad de sentir atracción por las personas según su género o su expresión de género*. Hay muchas personas homosexuales que tienen conducta heterosexual por miedo a la discriminación, lo mismo ocurre con personas heterosexuales que tienen conductas homosexuales sin serlo. Esto no las hace automáticamente bisexuales, la bisexualidad es sentir genuina atracción por hombres, mujeres y otros géneros, más allá de la conducta sexual. No siempre hacemos lo que sentimos.
La bisexualidad es
revolucionaria
La fluidez en la sexualidad
desafía la idea de que el sexo y el género son cosas inamovibles o dicotómicas,
y como explica Michael Amherst en su
libro Las intermitencias del Deseo, “si la atracción sexual […] se revela
variada y múltiple para muchos de nosotros -cuando no todos- entonces las
presunciones patriarcales y heteronormativas sobre la homosexualidad como forma
de otredad quedarán en tela de juicio”.
Esto quiere decir que la
homosexualidad como ese “otro” constitutivo de la heterosexualidad (o sea, si
no soy homosexual entonces me afirmo como heterosexual) se desmorona a través
de la existencia bisexual.
Si no existiera la
bisexualidad, sería muy sencillo dividir al mundo entre heterosexuales y
homosexuales y ubicar a la homosexualidad y a las disidencias en los márgenes,
como una forma de poder desde la construcción hegemónica de la masculinidad
tradicional que permite a los hombres heterosexuales y cis señalar a los demás
como “ese otro que no soy yo - por si acaso”.
Pero lo aceptes o no, ese otro también eres tú, y somos todxs.
FUENTES:
Los
costos de la invisibilidad bisexual (Harvard Medical School)
Prejuicios en la
atención de adolescentes bisexuales mujeres
Invisibilidad
bisexual masculina
Los hombres bisexuales sí
existen
Por qué
importa la bisexualidad
Políticas
de identidad bisexual
Alex Hernández es psicóloga, tiene estudios de género y una maestría en neuropsicología. Es activista bisexual y actualmente es Coordinadora de Investigación y Directora de la organización Más Igualdad Perú.