Un último estudio publicado
en Science Advances ha encontrado que el olor emitido por la basura de
plástico se asemeja mucho al emitido por las algas marinas, las cuales son el
principal alimento de las aves marinas. El hallazgo podría ayudar a explicar
por qué las aves marinas engullen plástico en cantidades alarmantes, y la cifra
va en aumento.
Hasta alrededor de mediados
del siglo 20, muchos
investigadores no creían que las aves podían oler. Pero desde entonces los
científicos han descubierto que la mayoría de las aves no solo pueden oler sino
que algunos grupos de pájaros (como los petreles, y los kiwis, por ejemplo)
tienen un excepcional sentido del olfato.
“Las aves marinas necesitan un
buen sentido del olfato porque se alimentan de vastas extensiones de mar
abierto, cientos o miles de kilómetros cuadrados, en fuentes de alimentos que
son muy irregulares en la naturaleza. En otras palabras, están buscando una
aguja en un pajar", dijo
Matthew Savoca, autor principal del artículo, en un correo electrónico a
PopSci.
Si los basurales de plástico
huelen a esa apetitosa aguja, no hay razón para que un pájaro no se sienta
atraído por ella, aunque podría haber otros factores que obliguen a las aves
marinas a comer. "Las aves marinas con narices tubulares usan su increíble
sentido del olfato para localizar áreas para alimentarse mucho antes de que incluso
puedan verlas. Nuestro trabajo no refuta que el plástico también pueda parecer
comida a algunos animales marinos", dijo
Savoca.
"Al contrario, si el
plástico parece y huele a comida, es más probable que se confunda con el
alimento que si solo parece comida. La forma en que el plástico luce
visualmente, desde la perspectiva del organismo, no como nos parece a nosotros,
es importante tener en cuenta", añade.
Durante el experimento, los
investigadores pusieron pequeñas cantidades de basura plástica común en el
océano durante tres semanas. Cuando más tarde examinaron los desechos en un
analizador químico, normalmente utilizado para evaluar los sabores del vino,
encontraron que la basura apestaba a un compuesto llamado sulfuro de
dimetilo (DMS).
Este descubrimiento es revelador
porque el DMS es una de las principales señales químicas emitidas por las algas
mientras están siendo comidas por los diminutos crustáceos, los cuales a su vez
son el alimento preferido de las aves marinas. Para
un ave marina con un sentido del olfato agudo, un olor agradable de DMS
indica que el krill se está alimentando en algún lugar de la zona y que pueden ir
al lugar a alimentarse ellas también.
El hallazgo podría ayudar a
explicar por qué ciertas aves, conocidas por utilizar el olor de DMS para
encontrar alimentos tienen seis veces más probabilidades de comer plásticos que
las aves que no lo hacen. Los efectos de los plásticos sobre la salud en las
aves marinas todavía se están estudiando, pero los residuos pueden ocupar
espacio en los estómagos de las aves marinas, lo que conlleva a una malnutrición
o incluso daño a los órganos internos.
Los investigadores no están
completamente seguros de por qué los desechos de plástico apestan tanto a DMS.
Pero las algas tienden a crecer en los detritos. Podría ser que
las algas que recubren estas bolsas de plástico sean comidas por otros
organismos como el krill, atrayendo a su vez a las aves marinas. O tal vez las
algas secas mueren cuando las bolsas flotan hasta la superficie del agua,
produciendo la misma firma química.
La reducción de los residuos
de plástico podría ayudar a reducir el problema, pero también desarrollar
plásticos que no fomenten el crecimiento de las algas. La investigación en el
área todavía está en curso y se necesitan más estudios para ver si
las aves son el único grupo de animales que caen en la trampa.